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lunes, 26 de abril de 2021

las cosas franco no hizo

 No puedo evitar ver con tristeza cómo algunos comparten estos días fotos de Franco atribuyendo a su dictadura logros que no le corresponden; para los que estéis cansados de propaganda y noticias falsas aquí tenéis la verdad:

Franco no creó la seguridad social – La seguridad social se inicia a través de la comisión de reformas sociales de 1883 y es en 1900 cuando se comienzan a aplicar estas políticas. La seguridad social queda institucionalizada en 1908 a través del instituto nacional de previsión.

Franco no creó las magistraturas de trabajo – Las magistraturas de trabajo se aprueban por la ley de jurados mixtos del 7 de Mayo de 1931 por parte del ministro de trabajo Francisco Largo Caballero.

Franco no creó las vacaciones pagadas – Las primeras vacaciones pagadas se aprobaron en 1918 a los funcionarios del estado, en 1919 a los capitanes y oficiales de la marina mercante y en 1931 la ley de contratos de trabajo en su artículo 56 lo reconocía para todos los trabajadores.

Franco no creó el sistema de pensiones – En 1919 el instituto nacional de previsión establece la imposición de la obligatoriedad de las pensiones y es en 1931 cuando se recoge constitucionalmente y se desarrolla como un seguro unificado para todos los trabajadores.

Franco no industrializó España – La guerra destruyó la industria Española y la época de autarquía comprendida entre 1939 y 1957 acabó con los restos. España no recupera el nivel industrial previo a 1936 hasta el año 1970 según datos del banco mundial.

Franco no creó pantanos – Los pantanos fueron programados en el plan badajoz de 1933 y desarrollados por el ministro de Industria Indalecio Prieto. El plan badajoz comenzó a gestarse a principios del siglo XX.

Franco no fundó ni Telefónica ni Iberia, – Telefónica se funda por iniciativa privada en 1924 e Iberia de forma similar en 1927.

Franco no estableció las primeras ayudas a las familias numerosas – Las primeras ayudas a familias numerosas se establecen el 21 de Junio de 1926 a través del Real Decreto Ley de protección a las familias numerosas de funcionarios públicos y de clase obrera.

Franco no creó las VPO – Las viviendas de protección oficial se crean mediante la ley de casas baratas del 13 de junio de 1911 y se desarrolla a través de un sistema de fundaciones que comienzan a ofrecer viviendas protegidas en 1913.

Franco no nos metió en la ONU – La ONU bloqueó la entrada de España por ser una dictadura, diez años después se desbloquea la entrada por presión de EEUU. Para informarse sobre esto véase “La cuestión Española”.

España no era la 8ª Economía del mundo a su muerte – fue la 10ª según datos del BM, durante la restauración en el siglo XIX y principios del XX era la 6º según la misma fuente.

Con Franco el paro no era inapreciable – La monitorización del paro no empieza en España hasta 1973, pero raro es que hubiera paro después de una guerra y en los años posteriores.

Franco sí cobraba impuestos – solo que su gestión además de corrupta era ineficiente. La aplicación del IVA tampoco se hacía en ningún país europeo hasta los inicios del proyecto económico europeo.

Ah, y para los que dicen que a Pedro Sánchez no lo ha votado nadie y por tanto no tiene legitimidad que sepan que España es una monarquía parlamentaria por lo que el ciudadano no puede elegir ni al primer ministro ni al presidente (Rey) del país.

A ver si esto lo compartís en lugar de compartir la basura que se ve estos días.

domingo, 18 de abril de 2021

← NIÑOS EN TRATO CON EL DEMONIO

 

NIÑOS DEL SIGLO XX (II): PATRIOTAS Y CARNE DE CAÑÓN

Rendición de niños soldados alemanes

Rendición de niños soldados alemanes

No enseñaría a los niños entrenamiento militar, tal como tampoco les enseñaría a incendiar, robar o asesinar. (Eugene Debs)

Las opiniones de un candidato socialista a la Presidencia de los EEUU, a comienzos del siglo XX, pueden tener un valor testimonial que no coincide con la mentalidad dominante en su época, ni en la actual. Ha sido más frecuente que los padres preocupados por disciplinar a sus hijos tomen la decisión opuesta, educarlos para la guerra, porque la sociedad civil se presenta como un ámbito violento, polarizado, anárquico, que rechaza cualquier intento de imponerle un orden. Por eso, a los niños díscolos se los envía a colegios religiosos, o mejor aún, militarizados, donde junto con la disciplina estricta que desean legarle sus padres, se los acostumbra a utilizar todo tipo de armas, con lo que en épocas de enfrentamientos bélicos, los estudiantes pasan a ser la joven reserva del ejército.

Ellen Key

Ellen Key

La feminista sueca Ellen Key proclamaba en 1905, el advenimiento del “siglo de los niños” que debía ser el siglo XX. Lamentablemente, como demostraron los hechos, nada podía estar más lejos de la realidad. Los niños que habían preocupado a los educadores, comenzaban a estar en el centro de  atención de los empresarios y comerciantes que los veían como una clientela emergente, que no había sido tomado en cuenta hasta la fecha. Ellos compraban revistas organizadas para ayudarlos en sus tareas escolares o entretener su tiempo libre, o buscaban en la prensa dirigida a los adultos, secciones diarias o suplementos de comics, que los tenían como destinatarios. La publicidad asociaba sus imágenes a productos que ellos debían consumir (desde cacao en polvo, al aceite de hígado de bacalao) o que no se suponía que ellos consumieran (cigarrillos, alcohol) solo porque sugerían frescura, inocencia, autenticidad. Ellos veían películas protagonizados por actores infantiles que volvían millonarias a sus familias, y los tomaban como modelos, cuando exigían de sus familias que los vistieran y peinaran como sus ídolos.

Durante los siglos XVIII y XIX, los niños habían participado en las guerras de los adultos, cargando cañones con pólvora, portando insignias en el campo de batalla, convocando a los ejércitos con redobles de tambor y llamadas de trompeta, actuando como mensajeros de sus superiores. Durante el siglo XX, los niños se incorporaron a los ejércitos como soldados regulares. ¿Acaso no habían sido preparados para asumir ese riesgo? Al comenzar la Primera Guerra Mundial (1914-1919) la industria del juguete ofrecía soldados de plomo, reproducciones de cañones, trenes y barcos, que convertían a la guerra en un gran juego masculino, un territorio ideal para vivir todo tipo de aventuras. No lo era, como demostraron los diez millones de muertos que dejó el enfrentamiento y veinte millones de mutilados.

En las escuelas se enseñaba a las niñas a curar heridas, se las instigaba a visitar enfermos, a postergar lujos y comodidades en atención a las penurias que vivía la nación. Quedarse esperando, encerradas en sus casas, tejiendo o bordando monogramas, en espera del regreso de los hombres, no bastaba para definir a una mujer virtuosa. En las iglesias se invitaba a participar en “un ejército de plegarias”.  A medida que el enfrentamiento bélico se prolongaba, la población civil comenzó a sentir todo tipo de inconvenientes: morían parientes y amigos, los sobrevivientes regresaban del frente de batalla mutilados o desequilibrados psíquicamente. En las escuelas, los maestros que no habían sido convocados al frente, dedicaban sus clases a la propaganda militarista, mientras que en los hogares se pasaba hambre.

ABC for Baby Patriots

ABC for Baby Patriots

Si había que adoctrinar a los niños, para que apoyaran los proyectos bélicos de sus países, no se perdía el tiempo. La dibujante May Frances Ames había publicado en 1899 un ABC for Baby Patriots, un silabario que tuvo enorme difusión y enseñó a leer y escribir a los niños ingleses de varias generaciones, mientras que de paso plantaba ideas simplistas y reaccionarias sobre la institución de la monarquía, el predominio de la llamada raza blanca, el rol del Imperio Británico y sus colonias distribuidas por todo el planeta, etc. ¿Qué mejor momento para adoctrinar a un ser humano, que hacerlo cuando todavía no consigue relacionar nociones complejas y acepta por inercia, aquellas que personas respetadas, como sus padres, maestros y guías espirituales. Se ponen de acuerdo para imponerle?

El Alfabeto de la Gran Guerra de André Hellé, enseñaba a los niños franceses las primeras letras, al mismo tiempo que mencionaba las regiones en litigio y los batallones del ejército nacional. Ese también era el momento: había que ofrecerle a la infancia una interpretación de una realidad tan repulsiva como imposible de ignorar.

La Primera Guerra Mundial fue una catástrofe originaria en otros sentido, ya que marcó de por vida a los niños que crecieron en esos años. El odio y el deseo de venganza los transformaron en los soldados ideales de la siguiente guerra, tanto en el frente como en los hogares. Eran niños que habían aprendido desde temprano a soportar las privaciones y el sufrimiento. Habían soñado con héroes incondicionales y experimentado en carne propia el poco valor que tiene la vida de una persona cuando se ve envuelta en un baño de sangre como una guerra. (Yury y Sonia Wintergerg: Los niños en la Primera Guerra Mundial)

Boys scouts

Boys scouts

El movimiento de los Boy Scouts, nacido en la Inglaterra de comienzos del siglo XX, planteaba el desarrollo de habilidades sociales en los niños, mediante un sistema de contacto con la naturaleza y disciplina militar. Los participantes en estas actividades vacacionales veraniegas estaban divididos en batallones que seguían a monitores encargados de servir de modelos a los inexpertos. Robert Baden-Powell condujo el primer campamento de 1907, en el que había muchos hijos de militares.

La nueva prensa dirigida a los niños, que se había dedicado a publicar novelas de aventuras y comics desde fines del siglo XIX, difundió el scoutismo por todo el planeta. Aunque las actividades de los campamentos habían creadas inicialmente para varones, no tardó en organizarse otras que se consideraban más adecuadas para mujeres. El éxito sostenido de los scouts, con su imagen de vida sana y solidaria, no pasó desapercibido para los representantes de distintas religiones, y sobre todo para los líderes políticos. ¿Por qué no imitar el esquema tan exitoso, con el objeto de atraer niños a sus propios movimientos?

Los regímenes totalitarios que abundaron en el siglo XX, se preocuparon de reconocer el aporte de los niños a sus causas, que se declaraban patrióticas y renovadoras de la sociedad. Los niños que se inscribían en las organizaciones creadas por el Estado para ellos, recibían bellos uniformes, desfilaban en las grandes celebraciones junto a las fuerzas del orden, se les ofrecían vacaciones en lugares idílicos, se los entrenaba militarmente.

A las Juventudes Hitlerianas se ingresaba a los ocho años. Los niños eran halagados y adiestrados con el mismo rigor. Se convertían en los propagandistas más eficaces del nuevo proyecto de sociedad que había llegado al poder. En caso de necesidad podían ser utilizados como insospechables espías de la fidelidad al régimen de sus familiares y vecinos.

Hacia el final la Guerra Civil española, cuando la causa de la república se consideraba perdida, cientos de niños provenientes de familias de militancia izquierdista fueron enviados a la Unión Soviética por sus padres, en un exilio que se prolongó por cuatro décadas. Durante la guerra, los niños participaron en un bando y otro, como hicieron las mujeres y el clero, pero ¿estaban ellos a la altura de las circunstancias?

La centuria era una pandilla sin entrenamiento, compuesta en su mayoría de jóvenes adolescentes. Acá y allá en la milicia, uno se podía cruzar con niños tan jóvenes como de 11 o 12 años, usualmente refugiados del territorio fascista, que habían sido enlistados como la forma más fácil de cuidarlos. Lo normal era emplearlos en tareas livianas en la retaguardia, pero a veces ellos lograban ser enviados al frente, donde eran una amenaza para todos. Recuerdo a un pequeño bruto que arrojó una granada a una fogata “para hacer una broma”. (George Orwell: Homenaje a Cataluña)

Niño soldado con Cruz de Hierro

Niño soldado con Cruz de Hierro

En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, batallones de niños alemanes resistieron en Berlín, mientras los dirigentes huían o se suicidaban. Algunos tenían apenas doce años y no obstante llegaron a ser premiados por su valor en combate, con la máxima distinción del ejército alemán, la Cruz de Hierro. En Japón, los niños se incorporaban a los Kamikaze, soldados que se inmolaban al atacar al enemigo. Por cruel que parezca esta decisión, la alternativa de morir por la patria o vivir como un cobarde, que todo el mundo despreciaría, había sido un tema recurrente de la pedagogía infantil.

Resistiendo a los invasores alemanes, en Polonia, hubo niños que antes de la guerra  habían sido boy scouts y al producirse la ocupación decidieron convertirse en guerrilleros. No estaban organizados por los adultos. Actuaban espontáneamente y sin ser demasiado eficaces, enfrentando a un adversario adulto y profesional, que el ejército polaco había sido incapaz de detener.

Un día, cuando estaba en la escuela y tenía 13 o 14 años, uno de los muchachos se me acercó y me preguntó si quería pertenecer a los zawisza, una palabra polaca para describir a un caballero medieval, reconocido por sus altos valores morales y amor por su país. Yo dije que sí. (…) Todo lo hacíamos bajo absoluto secreto. Ni mis padres sabían qué estaba haciendo. Yo tenía reuniones con ocho personas en mi casa. Mis padres no decían nada. (Andrei Slawinski)

Los pioneros de la Unión Soviética (y después de la Segunda Guerra Mundial, de otros países del bloque en Europa y Asia), que se habían afiliado voluntariamente a la organización, debían ser los futuros miembros de la clase dirigente. En China, Mao Zedung, que veía en peligro su posición como jefe, otorgó poderes ilimitados a los Guardias Rojos entre 1966 y 1972, para conducir una Revolución Cultural que consistía en criticar, remover y castigar a los enemigos internos del régimen. Los jóvenes se enfrentaban a los adultos que habían respetado durante siglos, los juzgaron y les impusieron sus decisiones.

El milenario sistema autoritario que regía en las relaciones jerárquicas entre jóvenes y adultos había sido invertido y esa evidencia resultaba demasiado seductora para los observadores fuera de China, que se enteraban por la prensa de los juicios populares y las condenas humillantes que sufrían los adultos a quienes se motejaba de reaccionarios. Era la liberación (pero acotada) de antiguas fiestas como el Carnaval, que trastorna todos los valores y se burla de las reglas. Si los jóvenes chinos no eran tan espontáneos como ellos creían ser, si en muchas ocasiones fueron manipulados por la policía secreta de Mao, como ha tardado en saberse, eso no termina de explicar la seducción que tuvo el movimiento fuera de China. A lo largo del siglo XX, los jóvenes habían llegado a convertirse en protagonistas de la actualidad internacional, en el modelo que el resto de la sociedad seguía, para no ser considerada anticuada.


viernes, 16 de abril de 2021

"Los reformatorios de mujeres fueron cárceles ocultas y legales en manos de religiosas"

 26/01/2015 :: ESTADO ESPAÑOL

"Los reformatorios de mujeres fueron cárceles ocultas y legales en manos de religiosas"

Josefina Grosso
Entrevista con la escritora catalana Consuelo García del Cid, que publica 'Las desterradas hijas de Eva'

Una obra en la que la narra el cruel destierro que sufrieron muchas menores consideradas “caídas o en riesgo de caer” durante el franquismo y la transición.

La transición llegó tarde para muchas mujeres. Durante los cuarenta años de franquismo y hasta mediados de los 80 decenas de miles de menores pasaron por centros a cargo del Patronato de Protección de la Mujer por ser consideradas “caídas o en riesgo de caer”, una vara de medir ambigua y en sintonía con la moral de la época que consideraba inmoral desde vestir falda corta, besarse en público, acudir a una manifestación o contestar a los progenitores.

"España estaba ocupada en su transición e ignoró por completo a las menores encerradas, ajenas a una realidad oculta bajo los muros de su propia vergüenza”. De esta manera arranca Las desterradas hijas de Eva, una obra que la escritora catalana Consuelo García del Cid juró escribir cuando se despidió de todas sus compañeras de destierro en el patio del reformatorio de Las Adoratrices, en el que estuvo encerrada durante dos años. Una promesa de la autora que hoy es una realidad que quiere que ser difunda.

El título del libro, Las desterradas hijas de Eva, es muy metafórico. ¿Por qué desterradas?

Porque lo que vivimos muchas jóvenes, ahora ya mujeres, fue un destierro. La labor de estos centros era la de apartar a las menores de su entorno, arrancarlas de su casa y aislarlas del mundo. Y de Eva, porque Eva era un nombre mal visto en la época franquista y yo recordé entonces una frase de la Salve que es: “A ti clamamos…las desterradas hijas de Eva”. Es que además no solamente era el encierro de las menores en los reformatorios, sino que la que no se adecuaba a las normas terminaba en un manicomio y se le tachaba de enferma mental, cuando no lo estaban, en Ciempozuelos. Y justamente este psiquiátrico de Ciempozuelos tenía un ala que la llamaban la de las “patronatas”. Jóvenes que entraban ahí sin un diagnóstico claro y que estaban encerradas.

¿La transición llegó tarde para las mujeres?

La transición llegó mucho más tarde para las jóvenes encerradas. Yo misma viví la muerte encerrada en un centro. Como también lo hicieron decenas de miles de adolescentes y no tan adolescentes ya que la mayoría de edad se fijaba en estos centros a los 25 y no los 21 establecidos en la época. Para ellos no pasaba nada, ese régimen casi carcelario permaneció hasta el 84, cuando Franco ya estaba bien muerto y enterrado. La gran mayoría no tenía ni idea de la existencia de éstos centros ni de lo que sucedía en ellos, por eso me metí yo, porque lo conocí desde dentro y me juré que lo haría. Cuando vives algo desde dentro entras en otra realidad. Fue una forma de sistema penitenciario oculto y legal que estaba en manos de órdenes religiosas y que dependía directamente del Patronato de la Mujer, institución que dependía a su vez del ministerio de Justicia. Existía todo un aparato con un claro objetivo adoctrinante. Sin duda, la transición llegó tarde para las desterradas a cargo del Patronato.

¿Cual era la función del Patronato de Protección de la Mujer?

El patronato de la mujer asumía la guardia y custodia de las que llamaban "caídas o en riesgo de caer” con una mayoría de edad fijada en los 25 años. Si una menor estaba bajo la tutela del patronato les pertenecía y la estancia allí dependía directamente de tu comportamiento y de los informes de las monjas, que les cayeras mejor o peor o fueras más o menos obediente, rezaras más o menos.

Era una institución fascista dependiente del Ministerio de Justicia y dirigida por Carmen Polo de Franco en la que se criminalizaba a la mujer, se la encerraba y se la sometía. Menores de todos los puntos del país, repudiadas por sus padres muchas veces, o denunciadas por cometer algún acto considerado impúdico por aquél entonces, podían caer en las redes de los centros del patronato en los que sufrían todo tipo de vejaciones, encierro y trabajo casi esclavo incluso estando embarazadas.

El sistema era como el penitenciario. Te podían ir cambiando de centro cuando les diera la gana. El traslado era una manera de castigo, te llevaban a uno de la misma orden pero más severo. Ellos querían evitar que se entablaran amistades. No querían grupos. No querían nada que fuera significativo. Existía el castigo del aislamiento, habitaciones acolchadas, intentaban anularnos, insertarse su moral.

En estos centros se crearon, además, lo que fueron los primeros cursos de formación profesional que existieron en España. Eran los cursos de Producción Popular Obrera y se impartían en reformatorios y cárceles. En Las Adoratrices, centro en el que estuve yo encerrada, el curso de Auxiliar de Clínica, lo impartía el Doctor Vela y yo le veía todas las tardes. Vela estaba claramente relacionado con el Patronato. El día que le vi en la tele implicado en la trama de robo de bebés entendí muchas cosas.

En el libro destacas el nombre de dos órdenes religiosas: Las Cruzadas Evagélicas y las Trinitarias, órdenes que hoy en día siguen en activo…

Fíjate que es curioso porque actualmente éstas órdenes están vinculadas a la “protección de la mujer” y temas de tratas. Es alucinante. Obviamente, no pueden seguir encerrando como encerraban. Pero han convertido el cometido inicial que tuvieron de rescatar a la mujer “caída o en riesgo de caer”. Siguen trabajando con madres solteras, con jóvenes víctimas de trata de blancas...

¿Qué entendían por “caídas o en riesgo de caer”?¿Qué tipo de jóvenes cumplían éste ambiguo perfil?

Pues la verdad que cualquier cosa. Porque esto hay que trasladarlo a la época franquista. Entonces la vara de medir iba en función de su moral. Entonces desde ir a una manifestación, llevar una falda corta, fumar por la calle, no ir a clase, besarte con un chico en público, hasta llevar un bikini o contestarle a tu padre. Bueno y quedarte embarazada ya era lo peor que te podía pasar. Se quiso crear un patrón moral femenino. Y ese patrón que ya estaba creado lo impone a la fuerza el Patronato de protección a la mujer, presidida por Carmen Polo de Franco.

Sin ir más lejos, creo que las propias propias nietas de Franco hubiesen sido carne de Patronato. Esto es un compartimento estanco colocado en esa laguna de la memoria histórica, que no le interesaba a nadie. Y menos que alguien lo sacara a la luz, claro.

Muchas terminaban en manicomios y ellas no tenían problemas psiquiátricos. Otras entraban con depresión que les generaba el infierno en el que vivían. Pero esto no se cuestionaba. O eras una puta, una terrorista o estabas loca, no había más. Lo fuerte es que se extendió hasta el 84. Es algo increíble. Hay mucha gente que lo niega, claro.

Las muertes se camuflaban. El Patronato se cerró por la muerte de una interna en San Fernando, que se suicidó. ¿Pero cuántas se mataron en silencio? Cuando se suicidó la chica en San Fernando en el 84 se intentó maquillar como un intento de fuga y hubo muchos suicidios. En la maternidad de Peñagrande se tiraban por las escaleras. La realidad era insoportable. Las que te dicen que no era para tanto era porque en su casa estaban peor. Por ejemplo, llegaban niñas de 12 años que aún jugaban con muñecas y nadie se preguntaba nada.

Usted estuvo en uno de estos reformatorios, ¿cómo llegó ahí?

Yo era de pago. Mi familia pagó mi estancia ahí. Me detuvieron en una manifestación en defensa de Salvador Puig Antich en Barcelona. El médico de cabecera de mi familia de toda la vida entró en mi habitación, me puso una intravenosa y me desperté en Madrid, desorientada y sin saber qué había pasado. Algo que hoy en día sería ilegal, un escándalo, pero en aquella época se hacía con total impunidad. Yo tenía ideas políticas, estaba en contra del régimen. Me prohibían hablar porque para ellos yo tenía el demonio en el cuerpo. Me decían que era nociva y podía dañar el espíritu de las demás y llegó un momento en el que casi me lo creo. Mi problema era que pensaba. Estuve dos años, desde los 15 a los 17.

En el libro usted cuenta que salir de los centros era misión imposible, ¿cómo consiguió salir de allí?

Tuve mucha suerte. Yo estuve dos años como te dije en Las Adoratrices, en Calle Padre Damián 52 de Madrid. Y al cabo de un año y pico me escapé y como tenía una tía mía que vivía en Madrid la llamé y me fui con ella. Acabé en otro centro en Barcelona, El Buen Pastor, un centro que según las monjas era mucho peor pero en el que puedo decir que tenía más libertad y estuve mucho más cómoda. Incluso recibí remuneración por mi trabajo, cosa que en Las Adoratrices ni las gracias. La presión religiosa era mucho menor. Podíamos hablar con todo el mundo, algo que no era habitual porque lo que pretendían era anularnos. A mi me visitó en Barcelona el psicólogo y al ver mi ficha no entendió por qué estaba ahí encerrada. Y una mañana vino una monja y me dijo “sales hoy”. No me lo podía creer. Y ese día, cuando me despedí de todas en el patio, les dije que aunque pasaran 50 años escribiría esto y España entera se enteraría de lo que nos habían hecho. Finalmente lo hice. 40 años después.

Menciona también que durante la investigación le cerraron muchas puertas incluso organizaciones y personas que se suponían a favor de la lucha por la memoria histórica

Me cerraron todas las puertas. Porque cuando yo empiezo, que lo hago completamente sola, no tenía nada y necesitaba documentar todo. Y fue una labor complicadísima. “No te metas en esto” o “deja este tema, estás loca” fueron las frases que más tuve que escuchar. Me sorprendió que personas que se suponía que estaban implicadas en la defensa de la memoria histórica me dijeran “no te metas en esto, esto es peligroso”. Poco a poco lo entendí. Cuando empiezas a manejar documentación y empiezas a ver nombres de personas implicadas que viven y que tienen incluso cargos importantes, como miembros activos del Partido Popular que no han perdido su estatus, los médicos a los que no les ha pasado nada... Es algo que estaba ahí oculto y obviamente nadie quería que saliera a la luz.

¿Ha recibido algún tipo de amenaza o coacción durante la investigación o la publicación del libro?

Sí, he recibido hasta amenazas de muerte anónimas. Y tuve un episodio que me aterró. Una vez en un aeropuerto en Austria dos señores se acercaron y me dijeron que si era Consuelo García del Cid y que querían hablar conmigo pero en ningún momento se identificaron. Eran españoles y pasé mucho miedo, evidentemente no accedí.

Mientras investigaba y se documentaba sobre la maternidad de Peñagrande y los centros dependientes del Patronato se topó con la impactante historia de los preventorios…

Sí. No había escuchado la palabra preventorio en mi vida. Fue gracias al testimonio de una mujer, Icíar, que había estado en la maternidad de Peñagrande y que en uno de los encuentros que tuvimos me contó que de pequeña había estado en un preventorio, concretamente en el de Doctor Murillo de Guadarrama. Me contó lo que se vivía a en estos macabros centros y yo aluciné. Tanto que modifiqué el libro, que tenía ya casi listo para entregar, y agregué el tema de los preventorios, que eran auténticos campos de concentración para niños, al más puro estilo nazi.

¿Existió una idea común de adoctrinamiento en éstos centros, tanto de los reformatorios y las maternidades como en los preventorios?

Sí, era un método adoctrinador desde la infancia. Era el patrón nacional impuesto por el régimen. Se adoctrinaban desde la infancia. Querían anularnos y formarnos en los valores de su moral, que imponían y era la única que daban por válida. Recuerdo una vez discutiendo con una de las monjas del reformatorio en Madrid, me quedé mirándola y le dije: ¿sabe lo único que usted no puede controlar? Mi cabeza. Usted no está en mi cabeza. Era la verdad. Solo te quedaba tu cabeza. Podían no dejarte leer determinados libros y no dejar que te relacionaras pero tú seguías pensando. Yo poco a poco fui asimilando que España era una especie de gran campo represor.

Las mujeres salían de los centros estigmatizadas y marcadas para el resto de su vida. Esto se debe saber. Yo estuve allí, yo soy una de ellas. Me movilizó mucho el proceso de escritura de Las desterradas hijas de Eva, pero sin duda si para algo me sirvió es para convertir en causa lo que vivimos. Si alguien me ha ayudado han sido las víctimas, estamos unidas por lo que nos paso. No es solo un libro, es ya una causa, nadie se queda indiferente fuente...

jueves, 15 de abril de 2021

Consuelo García del Cid Guerra




Descripción

Consuelo García del Cid Guerra es investigadora, poeta, escritora y directora del periódico digital Tenemos la palabra. Sus últimas publicaciones son Preventorio de Guadarrama. La voz de la memoriaEl desmadre de los servicios socialesLas desterradas hijas de Eva y La niña del rincón.
Es autora del libro de relatos Por lo que hemos sido y como poeta formó parte de las antologías Nueva Poesía Castellana (1979) y Peliart (1980). Obtuvo el Premio de Poesía Literaducto (1979) y fue finalista del Premio de Novela Elyssée por su obra Una enjundia de nada (1978). Preside la asociación Desterradas hijas de Eva y mantiene una lucha individual contra las injusticias sociales. Conferencia por toda España y desde el año 2012 ha dedicado su vida entera a los menores tutelados.

Carol, que fue una niña maltratada por sus padres, por la vida y las instituciones, consiguió formar una familia feliz que se ha visto truncada de cuajo tras la inesperada aparición de su hija Patricia. Su lucha por el esclarecimiento de la verdad la condujo de nuevo al pozo de su pasado; y el presente se ha convertido en una tortura judicial insoportable.
La trama nunca quedará del todo clara, puesto que difícilmente sabremos la fecha y el hecho concreto del primer niño robado, a partir de qué hospital, qué médico, monja, cura o asistente social —con o sin hábito—, inició la cadena    http://www.anantescultural.net/?product=2298



martes, 13 de abril de 2021

Las desterradas hijas de Eva

 Llum Quiñonero

Las desterradas hijas de Eva

 

 

 

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Cuerpos al servicio de la patria, cuerpos recipientes, cuerpos reproductivos: la dictadura creo una amplia red de control de las mujeres: desde la iglesia, al patronato de Protección de la Mujer vinculado al ministerio de Justicia pasando por la escuela. El objetivo: el control, el adoctrinamiento y la recristianización de una sociedad que consideraban pervertida por las ideas democráticas y laicas. El cuerpo femenino quedo secuestrado en poder de los varones a través del matrimonio y de toda una red piramidal que partía del dictador y que tenía su base en la familia. Las mujeres condenadas a vivir para criar hijos como fuerza de trabajo, a través de la redistribución (secuestros y robos de bebes en forma de adopciones irregulares) para llenar los vacíos y necesidades de la clase dominante bajo su propia tutela, incorporándolos a sus propias familias. El franquismo definirá a la mujer, de hecho, como un cuerpo reproductor sin derechos. Y a su tarea, el cuidado doméstico de los varones y necesitados de su entorno; quedara condenada al destierro de la vida pública y a la enajenación del propio cuerpo.

 

La Transición también pasó por alto los delitos contra las mujeres.

El neocapitalismo al que asistimos nos reconduce por el camino del que venimos de la mano de las propuestas de penalización del derecho al aborto y el traspaso de fondos destinados a centros a la promoción de la maternidad y el retorno de la beneficencia y a la presencia de la iglesia frente a los servicios públicos.

 

Este trabajo se propone iniciar la investigación para hacer visible la profundidad de los delitos contra las mujeres que avalaron las instituciones franquistas y que entre otras consecuencias produjo cientos de miles de secuestros, de desapariciones que fueron impunes y que hoy mantiene en permanente movilización sorda a miles de afectados y mujeres que fueron madres que se buscan sin apoyo del Estado.

Ocurrió en España, durante décadas,  en tiempos de Franco y después de Franco. La dictadura creo una tupida red de instituciones para  el control social de las mujeres: para las rebeldes y descarriadas, el encierro; para las madres solteras también  el estigma. Carentes de derechos, de garantías,  decenas de miles de mujeres, vieron desaparecer a sus recién nacidos en instituciones privadas y públicas de muy diversa índole: cárceles, reformatorios, maternidades de beneficencia y a partir de los años sesenta hasta los ochenta, en clínicas privadas. Tales comportamientos fueron propiciados  por un estado autoritario, dictatorial,  jurídicamente carente de garantías para las personas que extendió la impunidad más allá de la propia dictadura y para el que las mujeres no eran sujetos de derecho.  La denuncia de estos delitos de lesa humanidad y desapariciones forzosas – que persigue el derecho internacional, y que son permanentes e imprescriptibles– recobra protagonismo en el SXXI, cuando miles de víctimas reclaman ante los tribunales  la intervención del estado y de la Justicia internacional[1].


Madrid, junio 2014
Madrid, junio 2014

“El centro de Peñagrande (Madrid) era el único para menores embarazadas y llegaban niñas de toda España, muy vulnerables. A algunas las habían enviado sus padres para disimular la gestación y dar luego al niño en adopción; a otras las habían detenido los de Patronato o habían terminado allí después de pedir ayuda a una asistente social”. Consuelo García Cid internada a los 15 años, en 1975,  en el centro de las Adoratrices, en Padre Damián, Madrid.

“Recuerdo que un día llegaron a mi centro dos niñas de Peñagrande que acababan de dar a luz. Tenían el pecho vendado y lloraban porque decían que les habían quitado al hijo. ¡Y ni siquiera nos escandalizaba!” [3]

Miles, decenas de miles de mujeres, aún sin cuantificar, vieron desaparecer sus hijos e hijas recién nacidas en instituciones privadas y públicas de muy diversa índole: cárceles, reformatorios, maternidades de beneficencia. A  buena parte de ellas les arrebataron a sus criaturas por razones políticas en las cárceles en los primeros años de la dictadura; — miles de niños y niñas enviados por las autoridades republicanas  fuera de España durante la guerra,  fueron repatriados tras la victoria franquista y no volvieron nunca a sus hogares–; otras mujeres, calificadas de rebeldes, descarriadas, estigmatizadas por solteras  o  simplemente hijas de familias humildes fueron enviadas a instituciones de re-educación; a muchas otras,  abiertamente  las engañaban para traficar con sus hijos, después de comunicarles tras el parto que su bebé había muerto.  Los hijos e hijas paridos por ellas eran registrados como propios por las parejas adoptivas.

En los últimos años del franquismo y aún después en un buen número de clínicas, según testimonios de las protagonistas, de trabajadoras de la limpieza o administrativas o algunas sanitarias, las madres adoptantes – ingresaban a veces con un cojín bajo sus ropas, que simulaba un embarazo–ocupaban las habitaciones contiguas a las mujeres  que entraban para dar a luz; unas salían con bebé que no habían parido ellas cometiendo un delito más, el de fingir un parto;  las madres biológicas quedaban desconsoladas sin explicaciones y sin la criatura que habían parido.  Estos secuestros de bebés, este tráfico de seres humanos,  contaban el amparo de las instituciones encargadas de velar por la protección de menores y mujeres, reformatorios y centros gestionados por religiosas, creados para socorrer a las jóvenes descarriadas; en ellos, un sinfín de médicos, monjas, matronas, sacerdotes y funcionarios y autoridades civiles varias negociaban con los hijos del pecado y de la pobreza e incurrieron para ello en múltiples quebrantamientos legales, irregularidades administrativas y falsedades documentales; en ocasiones,  hasta simulaban enterramientos[4] e incluso bautizos que nunca se llevaron a término.

Las reiteradas denuncias  realizadas por las víctimas en medios de comunicación, ante comisarías y audiencias provinciales, incluso ante el Congreso de los Diputados, en 2011, los testimonios de mujeres que décadas después siguen buscando a sus hijos e hijas y los miles de hijos e hijas  adoptivos que han comprobado las irregularidades documentales de sus nacimientos  acreditan los hechos hasta bien entrados los años ochenta.

La impunidad de semejantes delitos, convertidos en moneda corriente durante cinco décadas –la ley de adopción se modificó en 1987—fue posible, según palabras de Álvaro Cuesta, presidente de la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados en 2011 , por la existencia “de un estado confesional, una iglesia-estado, en su doble vertiente de imponer desde las normas una verdad oficial y una dictadura que impone sus códigos a una jerarquía eclesiástica subordinada al dictador”. Además, señala Cuesta, tales comportamientos “fueron propiciados  por un estado autoritario, dictatorial,  jurídicamente carente de garantías, ni derechos” y amparados por una regulación de la adopción y del llamado derecho de familia privatista y des-regularizadora, sin garantías y con menosprecio del interés del menor”[5].

Por supuesto, los derechos de la madre quedan por completo invisibilizados y su dignidad, pisoteada. Como quedan impunes los maltratos, las vejaciones y las torturas que miles de jóvenes padecieron en estos centros de adiestramiento que marcaron la vida de todas ellas y de algunas, su muerte. Porque  los testimonios de jóvenes allí recluidas narran los frecuentes suicidios en los centros que atendía el Patronato de Protección a la Mujer.:

“El resultado de estos intentos de adaptación es el alto porcentaje de chicas que intentan suicidarse y aumento progresivo de sus crisis nerviosas”[6].

Caudillo por la gracia de Dios

Con su Cruzada, el Franquismo puso a la iglesia al frente del poder civil y mientras el dictador iba bajo palio y gobernaba con la bendición vaticana. En cada plaza, en cada parroquia, en cada barrio, en cada confesonario, en cada púlpito, en cada casa, se materializaba la doctrina machacona del sometimiento de las mujeres, la ocultación del cuerpo, la negación del sexo y del placer; las mujeres quedaron disminuidas, sometidas a un tutelaje férreo y con la imposibilidad de tener vida propia salvo bajo el resguardo de algún varón, hermano, padre o marido.

En Saturraran, como en otras carceles franquistas, las protagonistas narran como les eran arrebaados los hijos a las presas.
Presas republicanas en Saturraran. Alli muchas presas vieron desaparecer a sus hijos e hijas.

Es en ese contexto de sometimiento en  donde se crean las condiciones para los delitos de lesa humanidad contra las mujeres; se les niega autonomía, capacidad, medios y derechos e incluso el fruto de su vientre. Para eliminar la disidencia política, a las mujeres se las encarcela, se las fusila, se las condena al exilio y se las separa de sus hijos e hijas en las prisiones. A todas, creyentes o no, se les  impone a la obligatoriedad de la fe en un Dios creado a la imagen del dictador que el mismo Papa y la conferencia episcopal aplauden. La fe es forzosa y, en las cárceles, el bautismo, obligatorio[7].

Las denuncias en los medios

Aquellos bebes arrebatados a sus madres, con el paso de las décadas,  se convierten en adultos.  Y los medios de comunicación comienzan a hacerse eco de las búsquedas, de las denuncias de mujeres casadas  que parieron  en clínicas privadas, gestionadas por congregaciones religiosas,  a quienes les dijeron que habían parido sí, pero un bebé que al poco  murió y que nunca les mostraron, a pesar de sus llantos, de su pena, de su reclamación.

Revista Interviu, 1981, con texto de M Antonia Iglesias y fotos de Germàn Gallego.
Revista Interviu, 1981, con texto de Maria AntoniaIglesias y fotos de Germàn Gallego.

Las irregularidades y denuncias salpican los medios durante la Transición, una vez que la se reconoce la libertad de prensa: En 1982, la revista Interviu[8] publicaba en sus números 298299 y 301 una serie de reportajes en los que denunciaba el tráfico de bebés desde clínicas de Madrid. En ellos aparecía  la foto, hecha  por el periodista Germán Gallego, del cadáver congelado de una criatura en una dependencia de la maternidad La Almudena, en Madrid. Aquellas denuncias apenas prosperaron pero eran el principio del fin de un tráfico de seres humanos bien afianzado a través de instituciones oficiales  y avaladas por una amplia jerarquía política, administrativa y eclesiástica.

La revista La revistaInterviu publicò durante los años ochenta sobre el robo de bebes.

La impunidad fue la marca de la Transición: el atado y bien atado del testamento de Franco logró  silenciar y alargar, tras su muerte, las atrocidades cometidas y consolidar, sin represalias, el poder adquirido arrebatado a la soberanía popular durante décadas. Las mujeres, las disidentes, las rebeldes, las humildes fueron el eslabón más débil de un sistema que para sobrevivir, requería afianzar el sometimiento del género femenino.

Ha costado décadas que la sociedad  civil, abandonada  de buena parte de las elites políticas democráticas, fuera capaz de levantarse y reclamar la memoria de las víctimas de tantas décadas de dictadura, a la que nunca se le pidieron cuentas.

Hubo que esperar a 2007 para que una Ley se propusiera un acercamiento tibio al reconocimiento de víctimas del franquismo[1], amparado por un gobierno socialista.   Sin embargo, ayer y hoy la propia ley de la memoria histórica– y la fiscalía– dejó en vía  muerta las atrocidades cometidas en centros de beneficencia, en maternidades, reformatorios para jóvenes. Y una vez más, las denuncias sucesivas de miles de mujeres tropiezan con el silencio, con la negación del estado, con el rechazo de la Justicia.

Primero fueron las cárceles franquistas

Tras el golpe militar contra la República, una  parte de la geografía española quedó  en manos del fascismo en 1936 y comenzó a imponerse la represión. Años de desempleo, de hambre, de represión continuada se extendieron por toda la geografía española y durante décadas tras el fin de la guerra. La Sección Femenina fue la institución falangista  destinada para el adoctrinamiento de las mujeres. Su presidenta afirmaba:

“Las mujeres nunca descubren nada, les falta el talento creador reservado por Dios para las inteligencias varoniles, nosotras no podemos hacer más que interpretar mejor o peor lo que los hombres nos dan hecho”.

Hermana del fundador de la Falange Pilar Primo de Rivera, partía de la idea de la inferioridad de las mujeres, teoría avalada por la Iglesia y corroborada por la misoginia fascista y  las teorías de Antonio Vallejo-Nágera[2], que dirigió los Servicios Psiquiátricos del Ejército franquista y quien afirmaba:

“A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”[3].

Vallejo Nágera[4] — fue todavía más lejos y promovió que en las cárceles de Franco se les arrebatara los hijos e hijas a las presas. En su libro La locura y la guerra: psicopatología de la guerra española, afirmaba: «la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de una plaga tan temible».

Antonio Vallejo-Nágera, catedrático de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Central y falangista . Autor de “Higiene de la raza”

Decía Pilar Primo de Rivera en sus Discursos escritos: “Todas aquellas mujeres que el gobierno no considera que se les debe imponer un castigo ejemplar, a todas ellas tenemos que incorporarlas…que lleguen a olvidarse de su procedencia… queremos que todas las mujeres tengan una formación religiosa, apartándolas de ciertas cosas que no son necesarias y que les impide percibir toda la grandeza de la liturgia ordenada por la Iglesia”.

Mientras se condena cualquier tipo de control anticonceptivo, se anula la autonomía de las mujeres en todos los ámbitos de la ley, hasta el de poseer un libro de familia, si no hay varón que reconozca a la criatura nacida.

La patria, y no cada una de las mujeres, pasó a ser la artífice de la maternidad.  El aumento de la  natalidad, un objetivo nacional[9].

IMG-20140614-WA0013Para las descarriadas, el  Patronato de Protección a la Mujer[5]

Se crearon instituciones cuya tarea específica, era la vigilancia de la moralidad de las mujeres más allá de la vigilancia estricta desde la escuela, la iglesia y la casa. El Patronato de Protección a la Mujer fue creado en 1942[6] bajo la presidencia de la esposa de Franco, Carmen Polo; dependiente del Ministerio de Justicia con estructura provincial, su objetivo era velar por la moralidad pública; a tal efecto, cada junta provincial elaboraba un informe anual que  evaluaba la decencia a través de la moralidad callejera.  Las comisiones provinciales[7] elaboraban un informe  anual de seguimiento en el que debía responder a preguntas sobre   decencia e informar sobre: el pudor femenino, libertades admitidas socialmente y  escándalos aislados. Los informes hacían especial mención a amancebamientos públicos conocidos, a caídas de solteras,  homosexualidad, abortos e infanticidios y otras observaciones sobre la honestidad de la mujer, antes  y después del matrimonio, en la ciudad, en el campo.   Para ello se decía:

“Ejercerá funciones tutelares de vigilancia, recogida, tratamiento e internamiento sobre aquellas menores que los tribunales, autoridades y particulares le confíen, especialmente las menores de 18 años, a las que mantiene en reformatorios propios y colegios de religiosas o en vigilancia dentro de sus casas”[8].

El estado confesional y totalitario promovió  la natalidad en las familias; las autoridades franquistas y la iglesia consideraban el descenso del número de hijos en las familias “como manifestación evidente  de la  inmoralidad que suponía el uso de medios contraceptivos[9].

Con la dictadura, el estado de necesidad y de penuria para la inmensa mayoría de la sociedad quedaba lejos de la consigna franquista: “Ningún español sin pan, ningún hogar sin lumbre”.  Para los màs pobres, para los derrotados sobrevivientes quedaba la miseria; se conforma una mayoría social de mujeres expuestas a la más total impunidad: son las pobres, las presas, las putas.   Años de hambre y de abandono y una moral a la que resulta imposible acoplarse.

Consuelo Garcia Cid, autora de Las desterradas hijas de Eva muestra un recorte de Nuevo Diario que el 1 de mayo de 1975 ya denunciaba malas prácticas en la Maternidad de La Almudena-Peñagrande, Madrid.
Las formas de coacción a las menores eran múltiples. “Desde que llegaban al centro, las monjas las machacaban para que diesen a sus hijos a una familia. Y muchas veces eran sus padres los que decidían la adopción por encima de su voluntad”. Otras, directamente se los quitaban”, afirma Consuelo Garcia Cid. En esta foto, muestra un recorte de 1 de mayo de 1975, Nuevo Diario.

En el Informe del Patronato de 1953 de la provincia de Sevilla[10], se habla de que muchas mujeres trabajan en el servicio doméstico pero también en fábricas, talleres y oficinas con el consiguiente peligro que “estos trabajos ofrecen para la honestidad de la mujer” derivados de “la obligada convivencia entre personas de distinto sexo”.

En el  apartado “Tónica humana de nuestras niñas” el informe de 1967 se dice: “Predomina el stock de niñas taradas”. El informe califica a las jóvenes como desviadas por sus deseos de afectividad y de libertad.  Assunta Roura[11] cita algunos de los expedientes de estas jóvenes internadas:

NUMERO 276: De dieciséis años, natural de Madrid. Encontrada a altas horas de la madrugada en un bar. Acompañada de una mujer de mala vida, la trajo la policía para ser internada.

N 504: De dieciséis años, natural de Madrid. Prohijada por unos señores, huyo de casa deteniéndola la policía en Caspe. Pensaba llegar a Barcelona donde tiene conocidos. Manifiesta haber tenido novio pero sin caer.

N 387: De veintiséis años. Por hallarse en peligro de perdición, la interna una vocal del Patronato. Fue religiosa durante algunos años.

N 159: De dieciocho años, natural de un pueblo de Toledo, su padre está preso. Por no congeniar con él, se dedicó a la mala vida. Es joven díscola.

N264: De diecisiete años, natural de Madrid. Aficionada a cines, bailes y al trato con muchachos. Da mal ejemplo a una hermana menor, por lo que su padre solicito el internamiento.

N 278: De diecisiete años, natural de un pueblo de Valladolid. Joven francamente rebelde a las amonestaciones de su madre, frecuentaba los bailes regresando a altas horas de la noche. Tuvo relaciones con un individuo que, según ella, la forzó, presentando de hecho la oportuna denuncia en el juzgado correspondiente. Concurría a los bailes más deplorables. Actualmente está hospitalizada en San Juan de Dios.

Cuando ya había muerto Franco, El  Boletín Informativo del Patronato de Protección a la Mujer, correspondiente al último trimestre de 1976,  mantenía su objetivo fundacional: «vela por todas aquellas mujeres que, caídas, desean recuperar su dignidad».  La caída se refiere siempre a la sexualidad y al embarazo de las  mujeres no casadas. Como la maternidad se sacraliza, la soltería se condena a un callejón sin salida. La soltera es una mujer inútil por sí misma; si tiene hijos, las instituciones se encargan de ellos, a veces de dirigirlos a otros hogares, sin que cuente la voluntad de la madre.

“En cualquier caso, según declaraciones al diario El Pais, el 28 de enero de 1977 “las muchachas, entre dieciséis y veinticinco años, pueden pasar al la tutela del patronato por propia decisión («si ven en peligro su moral», dijo el director del patronato)[12].

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Las descarriadas, proveedoras de bebés para el estado

Según datos publicados en el diario El País de 28 de enero de 1977, la junta provincial  del Patronato de Protección a la Mujer, tenía a su cargo, 424 mujeres; el 10% de las cuales llegan embarazadas, y otras muchas, madres solteras[13]. Llama la atención que el total de presas en ese año, 1977, es de 350, (menor que las ingresadas por el Patronato solo en Madrid); algunas de esas reclusas son por razones políticas; un 28’22% por delitos contra la propiedad y la mayoría, condenadas por prostitución y “delitos contra la honestidad, aborto e infanticidio”. Lo que significa que las jóvenes protegidas por el Patronato, estaban recluidas por las mismas razones que la mayoría de las presas. Dos  penales, de los cinco destinados en España en 1977, a las mujeres, estaban administrados por Cruzadas Evangélicas[14], según escribe Rosa M Pereda en  El País el 28 de enero de 1977 :

“Las mujeres pueden cumplir condena en cinco penales: Alcalá y Alcázar de San Juan, para penadas menores de veintiún años, y Barcelona, Valencia y Yeserías (Madrid). Las de Barcelona y Alcázar de San Juan están confiadas a la orden de Cruzadas Evangélicas, y son muchas las denuncias del rigor religioso y el celo moral de estas monjas, «que se inmiscuyen en la vida privada de las reclusas hasta hacérsela imposible». A este respecto hay, al menos, un documento detallado que se refiere a la situación de Barcelona (inédito por ahora), y son varios los juristas que, en mesas redondas y conferencias, se han hecho eco de este  problema. El tanto por ciento de analfabetismo real es muy alto. El origen social de las reclusas está en la pobreza. La falta de capacitación profesional es casi total y ha hecho que voces autorizadas pidan centros de capacitación en las propias cárceles para facilitar la integración en la sociedad a la vuelta”.

Y de la detencion sin derechos ni garantías, en centros diversos, al secuestro de los hijos parece haber un claro hilo conductor: En 1978 Isabel Arbiza publicó La madre soltera frente a la sociedad que señalaba cómo en la Maternidad de Barcelona se incentivaba la adopción.

“Los padres adoptivos pagan 100.000 pesetas que pasan a manos del abogado. La teoría es la de que una mujer soltera es incapaz de sacar un hijo adelante por si sola y de que la única solución es dejar al niño en manos de otras personas. Generalmente están desorientadas sobre qué hacer, si quedarse con el niño o dejarlo. Como no ven realmente su situación, nosotros les ayudamos. Les preguntamos si quieren que les aclaremos la situación, les decimos que están liadas, pues en realidad no desean al hijo, pues les recuerda al padre y en el momento en que nazca verán que se parece a él y no le querrán, sino que lo considerarán como una carga, como un obstáculo para todos sus planes, que no podrán llegar a quererlo, pues no ha sido fruto de algo deseado[15]”.

En 1978, según el estudio de Arbiza, la Maternidad de Barcelona tenía casi más personal que niños y niñas acogidos; un total de 150 niños y niñas frente a:  1 gerente, 1 psicólogo, 2 asistentes sociales y 120 puericultores. La Maternidad  a lo largo de su historia había llegado a atender hasta a mil niños. Pero, en esas fechas, se priorizaban las adopciones.  Unas adopciones que, a tenor de las múltiples denuncias,  se caracterizan por multitud de irregularidades.

En marzo de 1985, el diario El País publicaba un largo reportaje titulado El precio de un niño, firmado por Inmaculada Gómez Mardones:

“En las clínicas de San Ramón (Madrid) y Benisalem (Mallorca), dirigidas, respectivamente, por el doctor Vela y la comadrona Margarita Campins, llegaron a métodos más sofisticados. En ambas maternidades tenían en depósito un bebé muerto congelado, que en algunos casos mostraban como suyo a la madre que acababa de dar a luz. Mientras el bebé muerto era reintegrado a su depósito refrigerado para seguir supliendo nuevos nacimientos, el auténtico, vivo, era vendido por 200.000 o 500.000 pesetas. El doctor Vela fue denunciado y acusado, además, de negligencia por la muerte de una madre y su hijo en el momento del parto. Cinco años después, los cargos contra Vela han sido archivados, y su caso, sobreseído por la Audiencia de Madrid” [16].

El mismo diario, en pág. 33[17], la autora del reportaje cita el caso de una religiosa conocida como Sor Pura, responsable de una clínica para madres solteras en Carabanchel, Madrid. Contra esta monja se reiteran denuncias de mujeres que pasaron por la residencia, que afirman que Sor Pura las coaccionaba para que dejaran sus hijos en adopción:

A unas les decía que tenían la pelvis estrecha y que su hijo iba a nacer malformado; y a otras que, por sus condiciones morales o económicas, no eran dignas de sostener a un hijo como Dios manda”.


Parto anónimo hasta 1997

Una de las claves legales que posibilitó los robos de bebes está en  la institución legal que permitía a la madre permanecer en el anonimato tras el parto,  llamada parto anónimo o secreto, de modo que se borraba las huellas de  filiación. Lo que aquella figura no amparaba es que no se refería a la madre contra su voluntad.   Esta figura del parto anónimos dejo de tener reconocimiento en España a partir de 1997.  Pero los legisladores estaban ya informados de los delitos reiterados en relación al tráfico de bebés. Lo pone de manifiesto que en 1987, cuando  se  modifica la ley en materia de adopción[18] el propio preámbulo se refiere al tráfico de seres humanos:

Se acusaba, sobre todo, en la legislación anterior una falta casi absoluta de control de las actuaciones que preceden a la adopción, necesario si se quiere que ésta responda a su verdadera finalidad social de protección a los menores privados de una vida familiar.Esta ausencia de control permitía en ocasiones el odioso tráfico de niños, denunciado en los medios de comunicación, y daba lugar otras veces, a una inadecuada selección de los adoptantes”.

En 2008, el juez Garzón abre una causa que no prospera

Por primera vez en la Historia española, un juez, Baltasar Garzón,  consideró la desaparición forzada de los niños y niñas y la sustracción de menores a sus madres, como crímenes contra la Humanidad. En su informe, el juez se refería a màs de 30.000 el número de criaturas tuteladas por la dictadura entre 1944 y 1954; entre ellas se contabilizaban  miles de niños y niñas que salieron durante la guerra al extranjero y que fueron luego repatriados, ingresados en instituciones, cambiados sus apellidos que fueron entregados en adopción a familias “afectas al régimen y de reconocida moral católica”.   Los niños y niñas arrebatados a sus madres en las cárceles de la dictadura; al cumplir los tres años de edad  los hijos e hijas de las presas eran apartados de sus madres y en muchos casos entregados a Auxilio Social, de donde eran adoptados por familias franquistas; muchas, condenadas a muerte  fueron  fusiladas después de dar a luz. El auto del Juez estimó  en 30.000 los niños robados.

La causa  por la reparación de las víctimas no prosperó; A cambio, el juez fue apartado de la carrera judicial.

Una explosión de denuncias y movilizaciones

Las investigaciones sobre los niños robados han permanecido en la sobra durante décadas. Las denuncias reiteradas en los medios, revistas y diarios, no tuvieron la transcendencia que se le supone al delito de lesa humanidad que denuncian. Por su parte, y de forma individual, algunas mujeres a pesar de las repetidas negativas –en comisarías, juzgados, parroquias y hospitales–, continuaron la búsqueda de su hijo o hija: pero  el momento determinante del estallido mediático surge, cuando estos hijos e hijas, conscientes o temerosos, en su mayoría de edad, de las irregularidades en sus adopciones, comenzaron su propia búsqueda a raíz de las denuncias de documentales como los Niños robados del franquismo[19], en 2002 y en Devolvedme a mi hijo[20], en 2011, de Montse Armengou y Ricard Belis, producidos por la televisión pública catalana TV3.

Además, a partir de 2008, y tras la aprobación de la ley de memoria histórica y más tarde de la investigación frustrada  que encabeza el Juez Garzón, se ponen en marcha asociaciones encabezadas por jóvenes que buscan a sus madres a las que se les comienzan a unir, madres que buscan a sus hijos[21].  Los abusos se cometieron primero sobre mujeres tuteladas por el estado[22]. Hoy muchas de esas madres se están uniendo a través de Internet.

Loli es una de esas mujeres, fue internada en Peñagrande en 1982. Según su testimonio publicado en el  diario El Mundo: durante su ingreso “al menos dos chicas se quitaron la vida”. Describe el caso de una de ellas, que se habría lanzado por el hueco de la escalera: “Se decía que había dado a luz el día antes y le habían quitado el niño. Recuerda además visitas de matrimonios a la guardería del centro: “Se ponían todas las cunitas en fila y los veían a todos. Al cabo de unos días, faltaba un niño y, claro, su madre también. Todas sabíamos que iban a escoger al niño que se iban a llevar, como si se tratara de un mercado“.[23]

Cuando las mujeres dejaron de dar a luz en sus domicilios y los partos comenzaron a hospitalizarse de manera generalizada, a finales de los años sesenta,  el tráfico de bebes  se amplió a clínicas públicas y privadas. En 1969 se creo ademas la Asociaciòn Española para la Adopcion, presidida por Gregorio Guijarro, Fiscal General del Tribunal Supremo, vinculada a Caritas Española y al Consejo Superior de Proteccion de Menores; desde esta institucion se coordinaron centros y clinicas por toda España cuyos nombres aparecen repetidos en las denuncias que ahora se presentan. A partir de entonces, en estas clinicas las desapariciones ya no solo afectan a madres solteras o solas,  tambien secuestran los recien nacid@s   a mujeres casadas, muchas de ellas, con otros hijos e hijas vivos.

Según Antonio Barroso, presidente de ANADIR Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares, la cifra de niños y niñas robados supera los 300.000[24].  Datos que no se pueden corroborar ya que las instituciones involucradas, desde las parroquias a las clínicas, cierran el paso a la investigación, incluso a las víctimas.


[1] Soledad Luque,  presidenta de la ONG Todos los niños robados son mis niños, que junto nueve organizaciones más unió  la causa del tráfico de  niños a la querella contra el Franquismo que abrió la Justicia Argentina. http://www.youtube.com/watch?v=YJu1lJJ9Qs0

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