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El médico Esteban Muruetagoiena murió a consecuencia de la
tortura en 1982.
El médico de Oiartzun Esteban Muruetagoiena murió el 29 de
marzo de 1982, tras permanecer diez días detenido e incomunicado en manos de la
Guardia Civil, como consecuencia de las graves torturas que sufrió.
«Ha muerto Esteban Muruetagoiena, el médico de Oiartzun. El
jueves había quedado en libertad sin cargos, tras permanecer aislado durante
nueve días bajo la Ley Antiterrorista», escribía ‘Egin’ en su edición del 30 de
marzo, en la que daba cuenta de la jornada de huelga general convocada para ese
mismo día en Ondarroa, localidad natal de Muruetagoiena, y de las asambleas y
manifestaciones de protesta convocadas en diversas localidades y en los centros
sanitarios de Gipuzkoa.
El médico titular de Oiartzun, de 38 años, había sido
arrestado en la madrugada del 16 de marzo, acusado de haber atendido, en
calidad de médico, a un militante de ETA herido, un caso del que había sido
absuelto. Al encontrarse solo, nadie supo de su detención hasta tres días
después cuando, al faltar a su consulta, sus amigos y el alcalde de Oiartzun
acudieron a su domicilio y comprobaron que estaba todo desordenado.
Tras varias indagaciones, supieron que estaba en la
Comandancia de la Guardia Civil en Donostia, desde donde fue trasladado a
Madrid. Allí lo tuvieron hasta el día 25, fecha en la que pasó a disposición
judicial y quedó libre sin cargos.
Tras quedar en libertad, sus allegados comprobaron «el
penoso estado físico y mental» en que se hallaba. Durante el viaje de vuelta a
Euskal Herria, su abogado y los hermanos Ibarguren, que también habían sido
arrestados en Oiartzun, vieron que «Esteban estaba ‘ido’ y decía incoherencias,
como si estuviese bajo los efectos de alguna droga».
Los días posteriores a su puesta en libertad, el médico
«estuvo muy nervioso», según relató a ‘Egin’ un familiar muy cercano. La
víspera de fallecer, al acostarse, manifestó a su madre que «se encontraba mal
y que al día siguiente pediría la baja por un mes». En la mañana del día 29,
cuando acudieron a despertarle, ya había fallecido.
La noticia de su muerte trascendió a través de Radio Popular
de Donostia, pero fue silenciada por «la gran mayoría de medios informativos»,
según recogía ‘Egin’, que recibió llamadas desde medios de Barcelona ante la
falta de noticias de agencia.
Sus amigos de Ondarroa, HB y Gestoras no tardaron en
recalcar que no se trataba de una «muerte natural» y solicitaron a la familia
que accediese a la práctica de una autopsia, a la que en un principio se negó.
En la asamblea que tuvo lugar en la localidad costera, un familiar muy cercano
también apuntó que el médico había fallecido «a causa de las torturas físicas y
psíquicas muy duras que ha padecido».
Finalmente, se le practicó la autopsia el 30 de marzo, una
vez finalizado el funeral en Ondarroa y cuando se iba a proceder a su entierro.
La orden judicial llegó cuando se iba a introducir el féretro en el nicho, por
lo que fue llevado al depósito del cementerio. El examen forense lo realizó un
médico de Gernika, Faustino Alfageme, que no tenía conocimientos ni
herramientas adecuadas, por encargo del gobernador de Gipuzkoa. Comunicó al
Juzgado de Gernika que el cuerpo «no presenta signo aparente de violencia
física» y que el fallecimiento se debió a un fallo cardíaco.
Sin embargo, los testigos presentes, entre ellos el doctor
Esteban Scola, tío de Muruetagoiena, apreciaron indicios de torturas. «La
autopsia reveló lo siguiente: el fallecimiento se produjo por un infarto
masivo, sin que por ahora puedan determinarse las causas físicas o psíquicas
que lo desencadenaron. En la sien derecha había una quemadura circular que
evidenciaba la aplicación de corrientes eléctricas por electrodos; en el oído
izquierdo presentaba una fuerte otorragia o derrame interno; también se
apreciaban indicios de quemaduras en el tórax, inflamación de los testículos y
una herida en el empeine del pie.
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