Y la Iglesia declaró la guerra a la República
El 1 de julio de 1937, está firmada la indignante Carta colectiva del Episcopado español, una declaración de guerra en toda regla de la Iglesia catolicorromana a la República Española.
Tomaba partido decididamente por los militares monárquicos sublevados contra la legalidad constitucional, y convocaba a los catolicorromanos de todo el mundo a reconocerlos como únicos representantes de España. La oposición del Vaticano y sus secuaces a la República era antigua, se había demostrado incluso antes de su proclamación. La antigua alianza entre el altar y el trono se deshizo con la huida del rey Alfonso XIII, y la clerigalla temió que el nuevo régimen popular limitara sus enormes privilegios seculares.
La carta tenía un único redactor en su integridad, el fanático cardenal arzobispo de Toledo y primado de las Españas, Isidro Gomá, y un único corrector de estilo, Leopoldo Eijo y Garay, obispo de Madrid, apodado El Obispo Azul después de la guerra, por el color de la camisa falangista, debido a su implicación con los vencedores, que le premiaron su fervor fascista con innumerables cargos políticos bien remunerados.
Constituyó un arma política muy útil para los sublevados, ya que existía una opinión pública internacional que les era adversa, debido a la colaboración que les prestaban los estados nazifascistas europeos, la Alemania nazi, la Italia fascista y el Portugal salazarista, más otros grupos de extrema derecha. Fue un arma propagandística importantísima, puesto que inclinó la opinión de algunos indecisos hacia el bando rebelde, al saberlo bendecido por el presunto Estado Vaticano.
Impresa en Pamplona por Gráficas Bescansa, en un folleto de 32 páginas, fue inmediatamente traducida y editada en los idiomas más hablados del planeta, por lo que alcanzó una tirada que debió ser enorme: solamente en 1937 se imprimieron 36 ediciones, según datos de la Oficina de Prensa rebelde, que en este caso seguramente eran ciertos. De la difusión se encargaban los episcopados de todo el mundo, eficaces colaboradores. Fue el arma propagandística más poderosa a favor de la rebelión entre los seguidores del catolicismo romano, lo que la convierte en una declaración formal de guerra de la Iglesia vaticana a la República Española, en un momento en que el resultado de la guerra se hallaba indeciso.