En su milenaria historia la iglesia siempre ha promovido y participado en los genocidios que el mundo “civilizado” ha llevado a cabo para someter a los paganos y apropiarse de sus recursos sin importarle la desaparición de civilizaciones enteras para su propio beneficio. Y también y como no podía ser menos, bendecía y participaba de las acciones genocidas de los líderes de su propio y civilizado mundo.
Así las cosas, cuando el felón Franco quebrantó su juramento de lealtad a la república y se alzó en armas contra un gobierno legítimo salido de la voluntad popular, la iglesia estuvo a su lado desde el minuto uno de la sublevación militar, colaborando durante toda la contienda y dando el visto bueno al exterminio sistemático de los vencidos a lo largo de los treinta y seis años de dictadura.
Se sucedieron entonces una serie de favores mutuos que resultaron beneficiosos para ambas partes. La iglesia bendecía las acciones criminales del dictador y éste a cambio le devolvía los privilegios perdidos durante el periodo de vigencia de la II República y prohibía la “competencia religiosa” anulando la libertad de culto establecida por el gobierno de la republica en todo el territorio nacional dos meses antes de finalizar la guerra, declarando la ilegalidad de todas las religiones en España salvo la católica.
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