Mientras los censores trasquilaban las películas sospechosas de atentar contra el régimen y la moral

Francisco Franco gozaba con la exhibición de estos filmes, sin cortes ni añadidos, en el Palacio de El Pardo, la residencia oficial del dictador. De la selección se encargaba su esposa, Carmen Polo, y entre los asistentes a las proyecciones privadas figuraban algunos prebostes de la dictadura, como Carlos Arias Navarro o Luis Carrero Blanco, así como sus señoras.

"Le gustaban las comedias, las españoladas y las películas ligeras, porque entendía el cine como un pasatiempo en familia, pero sobre todo las de hazañas bélicas y gestas históricas que glorificaban el Imperio español, como el El santuario no se rinde, porque en el fondo no dejaba de ser un militarote", explica el periodista Vicente Romero, autor del libro Los señores de las tijeras. El cine que la censura nos prohibió (Foca), quien recuerda que llegó a ver unas dos mil cintas en su exclusivo cineclub, el antiguo teatro del palacio.

Aunque la costumbre era que la función comenzase con el No-Do a las cinco de la tarde, amenizada durante el descanso que precedía a la proyección con una merendola para sus familiares e invitados, Franco llegó a ver alguna solo, como sucedió con Viridiana, dirigida por Luis Buñuel. Blasfema para el Vaticano y proscrita tras ganar la Palma de Oro en Cannes, el Generalísimo comentó tras su visionado particular: "En verdad, estos extranjeros se asustan de todo, porque esta película en realidad son chistes baturros".

Sin embargo, José María Muñoz Fontán, director general de Cinematografía y encargado de recoger el premio en el festival, fue destituido nada más poner un pie en España. No podría decirse, según Vicente Romero, que Franco ejerciese de censor, caso de Stalin, aunque en ocasiones los responsables de la Junta Superior de Censura Cinematográfica le sugerían que viese algunas cintas que consideraban dudosas para ver qué decía y lavarse las manos.

Su criterio, en todo caso, era peculiar y desconcertante, hasta el punto de que no reparó en la carga crítica de Ana y los lobos. "Le pasaron la película, la vio y dijo que no le parecía peligrosa porque no entendía nada", comentaba su director, Carlos Saura, en una de las muchas entrevistas recogidas en el libro, originalmente emitidas en la serie de TVE Imágenes Prohibidas, dirigida por el propio Romero y por la que desfilan realizadores como Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga o Pilar Miró.

"La censura era más franquista que Franco y más papista que el papa", subraya el autor de Los señores de las tijeras, quien destaca la falta de coherencia de la institución. "El Vaticano recibió el guion de Historia de santa Teresa y le puso el nihil obstat. Aun así, se prohibió el rodaje porque el censor eclesiástico Fermín del Amo argumentaba que presentaba de manera descarnada los vicios y las luchas de los conventos". Pese a que el texto era de José María Pemán, no llegó a estrenarse en España hasta trece años después.